Cuéntame un cuento de los que te contabas de pequeña.

Esquiva el perro de tres cabezas. Salta la manta carnívora. Agáchate al pasar debajo del toldo asesino. No mires directamente a la tele poseída. Revuélcate por el suelo para que no te toque la vieja del ojo de cristal. Salta el Tentempié venenoso. Pasa por entre las dos camas mortíferas. Salta sobre los cocodrilos drogo-dependientes. Pica a la puerta con el dedo meñique del pie mientras bailas una jota con las manos atadas a la espalda. Ahora dame un beso. Lo que parece más fácil a veces es lo que más cuesta. Pero al final haremos que valga la pena.

Bueno, pues aquí estamos. Menos de un mes para el Festimad. Menos para Audioslave. Menos para Green Day. Menos para Londres. Menos para algún sitio (esperemos que Praga). Menos para mi santo. Menos para mi cumpleaños (20!!!). Menos para las prácticas. Menos para otro curso. Menos para todo. Y cuando pase todo... habrá cambiado el año... vaya... ni siquiera me acuerdo del cambio de año pasado, y ya sólo faltan siete meses para que vuelva a pasar. Y yo sigo aquí sentada esperando que algunas cosas cambien, y siguen igual que siempre. Por muchas hojas que caigan, otras habrán caído antes. Por mucha lluvia que nos cale la ropa, otra lo habrá hecho antes. Por mucha nieve que nos hiele, otra nos habrá escarchado antes la ropa. Y es que hay cosas que nunca cambian. Y a veces es mejor que sea así.